La cocina alsaciana está muy influida por su proximidad geográfica y cultural a la vecina Selva Negra y, por tanto, a Alemania. A lo largo del tiempo y de sus respectivas dominaciones políticas, las dos tradiciones culinarias se han entrelazado y contaminado mutuamente, dando lugar a una cocina variada y sorprendente.
De hecho, hay muchos platos y especialidades que los dos países tienen en común, especialmente los platos de carne o los famosos Bretzel, los panes salados en forma de corazón tejido.
Los mejores lugares para degustar las delicias alsacianas son sin duda los bierstubs y winstubs, cervecerías y restaurantes típicos donde disfrutar de un ambiente cálido y característico: a menudo ofrecen menús del día y la oportunidad de probar todas las especialidades de la zona.
Los platos tradicionales alsacianos son platos ricos y contundentes, que derivan de la tradición rural. La gran protagonista es la carne, de todo tipo, acompañada de verduras y sabrosas guarniciones.
La especialidad de Alsacia son los vinos blancos, muy apreciados por su sabor fresco y ligero, adecuados para acompañar platos tradicionales que suelen ser muy contundentes y con cuerpo.
El Pinot Noir, típico de la zona de Estrasburgo, también da lugar a rosados y tintos muy ligeros.
Aunque el vino es la estrella absoluta de la mesa alsaciana, la cerveza artesana también se ha ganado un lugar especial con el paso de los años.
Los amantes de la cerveza no deben perderse la Fiesta de la Cerveza de Schiltigheim, capital cervecera de Alsacia, para descubrir todos sus secretos y degustar sus variedades.